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En el principio fue el lenguaje
por Alfonso Padilla

Con él comenzó todo: la historia, el pensamiento, la memoria, los afectos. Y desde entonces hemos contado muchas historias para entendernos, para acompañarnos, para soñar. Desde que caminamos por el mundo, a paso lento y con los sentidos abiertos, hicimos historias que nacieron de las huellas, del paisaje, del corazón. Así nos hemos transmitido generación tras generación los relatos que hablan de lo que somos, de lo que tememos y de lo que anhelamos.

Hoy vivimos en tiempos extraños, inéditos, en donde la tecnología — tan útil y fascinante como abrumadora— invade cada rincón de nuestra vida. En este contexto, la lectura se vuelve más necesaria. En un artículo reciente, el escritor Óscar de la Borbilla contaba cómo decidió volver a escribir a mano, con pluma y papel, la columna del día, cansado de que la Inteligencia Artificial le sugiriera palabras para "mejorar" el texto y argumentaba que para él, escribir a mano era recuperar una parte de la escencia humana. Me parece que es una idea poderosa. Por que sí, leer y escribir son también formas de proteger lo humano en nosotros, que es la autosuficiencia de la tecnología, entendiéndola, en palabras de De la Borbolla: como la capacidad de valernos por nosotros mismos, o sea, valernos con lo que hemos logrado incorporar en nosotros o con lo que literalmente cargamos en nosotros, hasta aquí el comentario, en otras palabras el bagaje cultura, lo que hemos internalizado a través del lenguaje, expresión netamente humana.

Y aquí es donde el trabajo de personas como Sara cobra una importancia vital. No solo promueve la lectura como una actividad escolar o académica o fuera de esos ámbitos, en lo público, lo hace como un acto de vida, como un gesto de amor y transformador, usando distintos medios. Nos recuerda que el libro no es solo un contenedor de información, es un Localizador de Ideas Básicas y Reflexiones Ordenadas —sí, LIBRO—, como decía aquel anuncio que me encontré hace tiempo, que con humer e inteligencia ponía en su justo valor este objeto milenario frente a la fugacidad de las pantallas, destacando las características que le otrogan ventaja, ahora sí, como se dice en el argot comercias, ventaja competitiva. También recuerdo una frase que leí hace unos 45 años, en un cartel pegado en el aparador de una librería en la ciudad de México: Si quieres aventura, lánzate a la lectura, e invitaba a leer mucho para convertirnos en leones, así como los que miran mucho son mirones.  Lo que me atrajo de esta frase, además de la maravillosa imagen, era esa intención publicitaria, de mercadotecnia. Porque es cierto, leer es aventurarse, es dejar la comodidad de lo conocido y zambullirse en otros mundos, otras voces, otros puntos de vista, otras experiencias.  El mejor medio de viajar, y además más barato y seguro, es una buena novela.

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