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Con motivo del Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor, el Instituto Estatal de la Cultra (ahora Secretaría de Cultura), por medio de Ediciones La Rana y el Fondo Editorial Guanajuato hace entrega de un reconocimiento público, que lleva por nombre Lourdes Estrada Téllez -como un homenaje póstumo a la compañera fallecida- a todas aquellas personas, agentes sociales y espacios culturales de nuestra entidad por su permanente labor altruista en favor del libro y la lectura entre la comunidad guanajuatense.
Conoce quiénes lo han merecido...

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En un lugar apartado, en la región noreste de Guanajuato que colinda con el estado de Querétaro, a 50 kilómetros de la cabecera municipal de San José de Iturbide, existe en medio de una planicie una comunidad rural de aproximadamente 500 habitantes que lleva por nombre Pozo Blanco del Capulín. Me han contado los lugareños que, entre otras especies, aún uno puede cazar conejo, tejón o serpiente de cascabel. Y como su nombre lo indica, el capulín, conocido como el cerezo mexicano, es un árbol originario de Canadá, de un fruto carnoso, pequeño, de color negro rojizo; su sabor es agridulce. En náhuatl se le conoce como "capolcuahuitl”. En ese espacio geográfico y cultural, está en activo desde hace más de veinte años una sala de lectura; su nombre: El Semillero. Yo conocí a su fundadora, Lourdes Estrada Téllez. Ambos nos iniciamos, junto con otras compañeras y compañeros, como promotores de la lectura de la región, aunque ella ya tenía cierta experiencia por ser educadora de nivel preescolar.

Lulú ─para los que tuvimos el privilegio de trabajar a su lado─ no era una académica, ni tampoco era una teórica sobre los hábitos lectores; no era una autoridad, creadora o ensayista ni había obtenido premio nacional alguno en literatura; nunca fue becaria ni recibido estímulo para la creación artística; no esperaba ser remunerada o ser parte de la nómina de alguna administración pública dedicada a la salvaguarda de nuestro patrimonio cultural y artístico; de hecho, tenía una noción muy personal sobre conceptos como: comunidad, tradición e individuo; por supuesto, no la encontrarán en la colección de autores de Guanajuato, ni en el Fondo para las Letras Guanajuatenses; no era una actriz consumada, a pesar de que más de uno la vimos presentarse en alguna de las plazas de esta ciudad capital durante el Festival Internacional Cervantino; no hay ninguna pintura o fotografía que lleve como pie de obra el título de “Lectora”; no la veremos en ningún diccionario autoral o de efemérides; no era una líder, ni guía espiritual o madre fundadora de su comunidad, a pesar de lo mucho que se le debe; era, eso sí, una compañera fiel, promotora innata, docente lúdica e imaginativa lectora.

     Puedo dar testimonio de cómo nos domesticó con sus galletas de amaranto que ella preparaba y de las jugosas tunas que nunca faltaban por la mañana para nuestro deleite, o cuando me obsequió, hace ya varias décadas, en la Ciudad de México, durante un curso de capacitación precisamente para futuros coordinadores de salas de lectura, no un libro o algún inocuo poema de su inspiración, sino un álbum de Joaquín Sabina "El hombre del traje gris". Este detalle, en el intercambio de regalos, me asombró, porque evidenció que estaba ante una compañera atenta y gentil.

     Sin Lourdes Estrada Téllez, sin Lulú, si bien el cielo es menos protector, al menos si aguzamos la mirada, podremos apreciar las huellas que sembró a lo largo de su vida, las percibiremos en los frutos que han madurado desde más de veinte años años gracias a El Semillero. En la memoria de quienes la conocimos, quienes la escuchamos narrar, leer o conversar. Somos testigos. Alguien dirá que eso es sólo una malasombra. Al final, es lo que tenemos. (RBF)

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