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Benditas las lectoras y sus lecturas Respuesta crítica al artículo “¿Quién decide?: Gatekeeping y agenda-setting en las letras”, de Ricardo García Muñoz

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Círculo de lectura 12 narradoras del siglo 21

En la columna “Benditos y malditos” del diario Es lo cotidiano  Ricardo García Muñoz propone un análisis profundo sobre los mecanismos de consagración literaria, centrando su atención en la influencia de estructuras de poder como el Estado, la universidad y el mercado, y cómo estas configuran lo que se entiende por «calidad literaria». Aunque su crítica al sistema de validación cultural es relevante y necesaria, el artículo incurre en ciertos reduccionismos que ameritan ser problematizados, especialmente desde una perspectiva lectora contemporánea, comunitaria y, sobre todo, femenina.

Reduccionismo del fenómeno literario al producto cultural

El texto de García pone el acento en los mecanismos de visibilidad como únicos agentes del valor literario, asumiendo que la literatura es esencialmente un producto moldeado por lógicas de poder. Sin embargo, esta mirada tiende a despojar a la lectura de su dimensión subjetiva, afectiva y comunitaria. Si bien es cierto que existen filtros de acceso y legitimación, también lo es que una parte significativa de los lectores actuales —particularmente las mujeres— se aproximan a la literatura desde un lugar menos estructurado y más libre, en el que el gusto y la necesidad personal desempeñan un rol fundamental.

En círculos de lectura, clubes virtuales, redes sociales y plataformas no institucionales, las lectoras contemporáneas construyen un canon alternativo, no dictado por «la Santísima Trinidad» del poder cultural, sino por el eco emocional, político o existencial que encuentran en ciertas obras. Autoras mexicanas como Cecilia Eudave, Cecilia Magaña, Ave Barrera, Abril Castillo, Sandra Lorenzano, Socorro Venegas, Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Adriana Pacheco, Nora de la Cruz, incluso, Cristina Rivera Garza, o latinoamericanas como Adriana Riva, Dolores Gil o Dolores Reyes y un largo etcétera han alcanzado visibilidad en estos espacios sin pasar necesariamente por los circuitos de validación tradicionales. Esta comunidad lectora, al elegir desde su sensibilidad y experiencia, rompe con las jerarquías impuestas por la academia o los suplementos culturales.

El lector como sujeto activo, no solo receptor

El artículo relega al lector a una posición pasiva, víctima del efecto priming y del gatekeeping. Esto puede ser cierto en parte, pero resulta anacrónico suponer que seguimos leyendo bajo los mismos condicionamientos que en el siglo XX. Hoy, muchas lectoras no sólo consumen literatura, sino que crean criterios propios, dialogan entre sí, vinculan obras y contextos, y deciden a qué autoras seguir y por qué. Este lector colectivo —cada vez más informado, más crítico y más empático— escapa en gran medida al control que García Muñoz denuncia. La literatura contemporánea ya no es sólo lo que se impone desde arriba, sino también lo que se construye desde abajo.

Ausencia de una perspectiva de género

Llama la atención que el artículo de García Muñoz no integre una perspectiva de género en su análisis. Cuando habla de la consagración de autores, cita ejemplos clásicos del canon masculino (Rulfo, Paz) o usa a Elena Poniatowska como excepción simbólica. Pero no reconoce que una parte de la literatura más leída y comentada hoy es escrita por mujeres, difundida por mujeres y leída, sobre todo, por mujeres. Esto no es un detalle menor: se trata de una transformación cultural profunda, que desborda los mecanismos tradicionales de validación.

Lo que para el autor parece un «ecosistema cerrado» responde más bien a otra lógica: la del intercambio horizontal, la identificación emocional y la construcción de nuevas genealogías literarias. Nosotras ya no leemos «lo que dicen que hay que leer», sino lo que nos habla de nosotras, de nuestros cuerpos, deseos, rabias y resistencias. Y lo hacemos juntas. En comunidad.

El canon del siglo XX no puede seguir siendo la única referencia

Aunque García Muñoz denuncia cómo se construyó el canon, lo hace desde un imaginario que sigue estando anclado en los autores del siglo XX, sin considerar cómo han mutado los modos de lectura y de legitimación en el presente. Hoy no se trata solo de «dar visibilidad a autores de Guerrero», como menciona en su ejemplo, sino de entender que la forma en la que accedemos a la literatura ya no necesita necesariamente pasar por los canales que él critica. Internet, redes sociales, plataformas de autopublicación y comunidades lectoras han disuelto muchas de esas barreras.

La lectura actual es transversal, impredecible, afectiva, política. Y el verdadero gesto de ruptura ya no está en disputar los espacios tradicionales de validación, sino en crear nuevos: ferias alternativas, editoriales independientes, redes lectoras que no esperan consagraciones para valorar una obra. Ese es el campo de batalla real hoy.

Es decir…

La crítica de García Muñoz es valiosa en tanto desenmascara los intereses detrás de la construcción del canon. Pero su enfoque peca de centralista y vertical, al no tomar en cuenta las formas horizontales de producción y circulación literaria que hoy se gestan desde las lectoras mismas. Es posible —y de hecho, está ocurriendo— un consumo literario que escapa de los centros de poder, que reconfigura el gusto desde lo colectivo y que responde a las necesidades de otras subjetividades. Nosotras ya no pedimos permiso para leer lo que queremos. Leemos desde el deseo, la rabia y la memoria. Y eso no hay gatekeeper que lo controle.

 

Benditos malditos "¿Quién decide?: Gatekeeping y agenda-setting en las letras", de Ricardo García Muñoz (Es lo cotidiano, 9 de junio de 2025)

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Narradora, editora e impresora de cuarta generación, Ana Paulina Calvillo nació en la Ciudad de México en 1974 y radica en Guanajuato capital desde finales del siglo XX, donde realiza proyectos culturales y de promoción a la lectura y es directora editorial de Los Otros Libros. Cuentos suyos forman parte de la antología Palabra Germinales (Ediciones La Rana, 2002) y Premios de Literatura León 2020 (Instituto Cultural de León, 2020). De su producción dramática publicó Los Reyes (Los Otros Libros, 2020) y es autora del libro de cuentos Marca de agua  (Ficticia, Ediciones La Rana, 2023)

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