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Chispitas de lenguaje
por Enrique R. Soriano Valencia
sorianovalencia@hotmail.com

El párrafo y sus secretos

El párrafo es la unidad mínima para dejar clara una idea. Esta aseveración se parece mucho a la enunciada para la oración gramatical. La diferencia es que una oración gramatical es la unidad mínima para aseverar algo de forma completa. Cierto que esa aseveración podría dejar clara una idea. Por ello, de forma escrita, algunos párrafos se conforman por una sola oración gramatical. Sin embargo, la mayoría de las ocasiones, se requiere aumentar datos, información, matices, particularidades y hasta contexto o antecedentes para lograr el entendimiento a cabalidad de una idea. Cada uno de estos elementos, debe presentarse como oración gramatical. Es decir, el párrafo debe integrarse por una o varias oraciones y su propósito es lograr el entendimiento cabal de la idea.

     La organización de un párrafo es variada. La más lógica y práctica es aquella que inicia por una oración breve, directa y precisa donde se enuncia la intención o la conclusión de algo. Posteriormente, cada oración subsecuente contendrá detalles o la información que permite validar, sustentar, matizar o detallar la primera aseveración.

  

     La ventaja de ese modelo es que contextualiza al lector de inmediato. Así, cada enunciado que integra al párrafo contribuye de forma decidida a la compresión cabal.

     Por ello, no es tan recomendable iniciar por redondeos: presunto protocolo («Por medio de la presente, me dirijo a usted de la manera más atenta…»), saludos («Reciba con la presente un cordial saludo…») o por los antecedentes («Relacionado con su escrito fechado en… mediante el que…»; «Con fundamento en los artículos XX de las leyes XX…). Con estas entradas desalientan la lectura, obliga al lector a seguir los redondeos insustanciales y lo más seguro es que se pierda (¡hasta el propio redactor!). Enunciar a la mitad o al final el concepto más importante (la oración clave), ha demostrado que el lector promedio termina por no descubrirla.

     Lo anterior no significa que deba estar ausente el protocolo, la cordialidad, los antecedentes o la fundamentación. Todo ello se puede incluir como información de apoyo a lo verdaderamente importante.

     Otro de los modelos del párrafo es el argumentativo. Prácticamente se basa en el modelo en el que inicia por una conclusión y esa misma aseveración se enuncia de nuevo al final con otras palabras. Como el lector está contextualizado y cada oración subsecuente le nutrió, el enunciado final se asume lógico. El problema es caer en las falacias que describe la lógica (argumentos de autoridad; a partir de hechos aislados, generalizar; «la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia», etc.).

     Estos modelos parten de la habilidad del redactor de enunciar oraciones simples. Es decir, que quien escribe no abuse de la puntuación o de recursos como el que (llamado queísmo) y el gerundio. Prácticamente, todas estas figuras son vicios que impiden la brevedad, lo directo y la claridad.

     Un párrafo eficiente y efectivo combina el modelo más adecuado (eso lo define el objetivo del documento), ordena las oraciones, limita el párrafo a una idea, evita vicios (que y gerundio) y aplica una excelente puntuación.  

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